Comienzo este testimonio con cierto
pudor, y es que me cuesta poder hilar dos palabras y apretar al
cursor sin soltar una lágrima. Y creanme, que quien me conoce sabe,
que hablar es una de mis actividades preferidas. Pero bueno, siempre
cuesta hablar de lo especial,de lo que guardamos en el interior como
un tesoro,y debo reconocer que el pudor me gana. Y más que pudor un
cierto sabor a ...¡Cuanto tiempo me perdí de ti!,cuanto tiempo me
perdí de estar arropada, de vivir con pasión esta semana.
Y sin duda, este es el mayor regalo que
me ha dado la Semana Santa, el volver a casa, el ser recibida, con un
amor inmenso, cuando mil veces me negé a pisar un solo
escalón,cuando esta semana se resumía en ir a la playa y si surgía
ver alguna posesión. Es triste, Dios me amaba, y yo lo miraba de
lejos.
Y por eso esta semana ha sido
diferente, mi alma reconoció su voz, una voz que me hacía
llorar.¿Sabes esa sensación de echar de menos a alguien,tanto, que
en el reencuentro te fundes en un abrazo eterno?¿Que no hay nada que
decir porque nada superara lo que te está diciendo ese abrazo? Eso
mismo sentí yo,cuando abracé la cruz. Había mirado con el
corazón,a quién me dediqué a ver con los ojos. Había escuchado a
quien me dediqué a oír, ¡ Y Dios me empapó!
Reconociendo también lo más doloroso,
cada una de las veces que le dije que no, o que solté lindezas como
¿A mi lavarme los pies? ¿Que hay que ir a la cruz?.Y recordar estas
palabras van acompañadas de llorar, solo por el hecho de cuantas
veces le fallé yo.¡Y cuantas veces me ha querido él! Él aguardo
paciente, y yo no tendré vida suficiente para agradecerlo, porque
feliz y arrepentida esta Semana Santa,secó mis lágrimas en su
madero, y sentí, como si todo lo que busqué de pronto,estuviera ahí
delante.
Y es así como me abrazó el amor de
Dios esta Semana Santa, como si siempre aguardó impregnarme el
corazón. Y me regaló saber que miraré a izquierda y a derecha, y
veré a Jesús caminando conmigo, y que al mirar hacia el corazón
veré a todas esas personas que Dios a puesto en mi vida, todos en
los que he visto su alegría,su cariño. A veces he pensado que
cuanto más lo rechazaba, más ponía personas parecidas al mismísimo
cielo en mi vida. Y por eso,ahora, una vez acabada esta semana puedo
dar testimonio, de que ya no importa ni las calles ni los laberintos
que crucé, y he vuelto a casa del que me miró con misericordia,con
amor,con espera.
He vuelto a casa Diosito.
¡He vuelto para quedarme!